
Me han tachado tantas veces de polémico por ir contracorriente, que apenas me importa ahora que alguien lo insinúe siquiera. Si queréis que os diga la verdad, incluso llevo a gala que mi espíritu se conserve tan joven como para seguir recibiendo palos porque siento que hay cosas que se pueden cambiar. Pensar de otra manera sería aceptar la derrota, en cierto modo como estar un poco muerto por dentro, y sinceramente: ¡por ahí no paso!
Esta noche en que quería hablaros de Sergio Toppi porque aspiro a ser como él cuando mis huesos apenas me soporten, he cambiado de rumbo en pleno vuelo, como haría el imponente
Ziz, para arrimar mis fuerzas a un
Reem colosal que habita en la tierra de Nod, donde terminó sus días Caín, que hace temblar la tierra en cuanto se mueve, porque por mucho que sus detractores se empeñen en ensuciarlo acusándole de buscar la polémica por la polémica, hay que tenerlos muy bien puestos para seguir mirando donde mira, por si haciéndolo ayuda a encontrar un miserable hilo de luz entre tanta oscuridad autoimpuesta... Y eso es precisamente lo que jode en todo esto.
Huelga decir que vengo de pasar el día recreando a plumilla una tierra bañada por el Tigris al Oeste, el Éufrates al Norte, el Guihón al Sur y el Pishón al Este, y que estoy a estas horas cansado como el plomo. También que tengo
Nürburgring aparcado en este sábado pasado… Y aunque me está costando un mundo escribir estas líneas, creo honestamente que la ocasión merecía el esfuerzo de señalar con el dedo cómo la ceguera de unos pocos es capaz de convertir en un estéril desierto lo que en otro lado hace germinar un debate sano, contructivo y admirable, ya que basta mirar
aquí, y
aquí para comprobar que la única diferencia que existe entre ambos territorios estriba en el talante de sus respectivos habitantes (
¡allá los del primero y sus maniobras dispersivas!), ya que el sustrato de todos los comentarios es el mismo. Como diría aquél: ¡con dos cogieron!
Si la actitud de Devir me la trae al pairo en estos precisos momentos, el cuerpo me pide descubrirme ante la mostrada por
La Marca del Este, antes de la noticia y ahora que la conocemos todos, aunque la cosa en realidad no tiene demasiada importancia...
Por desgracia mi editorial ha sufrido el paso de la apisonadora mencionada por el
Reem Avatar, tras haberme dejado yo los riñones, y los que me han cuidado las espaldas su pellejo (¡cómo jode tener que decir a tu gente que habrá que esperar otra oportunidad porque ingenuamente has permitido que el enemigo haya segado la hierba a tus pies!), tras haber sembrado el suelo con enorme esfuerzo… Sí, sé perfectamente de qué va la entrada que ha suscitado tan opuestas sensaciones, y además la he entendido, porque aquí mismo he comentado la manía que tienen nuestros dinosaurios de hacerse los orejas en cuanto a cumplir con sus responsabilidades, dispuestos a mover el culo sólo cuando la dirección la señalan los pequeños.
Y no deberíamos sorprendernos, pues la cobardía que se ampara en supuestos hechos probados sigue sirviendo de trágala y correa de transmisión para que la historia se repita
ad nauseam, como servía y ha servido siempre, vamos, al amparo del manual de instrucciones que dicta que lo que articula por su boca el dinosaurio es palabra de ley, y que cualquier queja contraria o razonable sospecha, habrá de ser puesta en cautela y considerada siempre como una vulgar rabieta o una ida de olla. Por ello es de recibo entonar esta noche una sentida alabanza a la generosidad de las gentes que rodean y amparan a Steinkel, a su iniciativa, quienes han entendido el espítitu y la letra de lo vertido por Avatar, y que se han sorprendido ante una concatenación de circustancias que por ya vividas deberían incitar a la reflexión y no a la lapidación pública del poeta que apunta con el dedo al lodazal donde naufragamos día sí y día también, por ver si salimos de una puñetera vez de él.
Sí, esta noche merecía la pena mandar todo un poco a tomar por el saco, porque soy amigo del hijo del
Maestro de Esgrima; porque llevo en orgullo haber escuchado a Zulfikar El-Kashef al otro lado de teléfono, reconociéndome con cariño, pronunciando mi nombre de pila; y porque Mari, madre del
Reem y viuda del tipo entrañable a quien homenajeo levantando mi vaso de Number 7, con su voz quebrada me sigue llamando
el despertador como si me hubiera cambiado los pañales.
En la vida uno se rodea de gente que le hace más grande, o elige proteger su ego barnizándose del pringue que destilan los mediocres… Yo he elegido dejarme acompañar por tipos que me hacen sombra, personajes polémicos a los que en días como hoy cubro la espalda sencillamente porque el cuerpo me pide guerra… Y habrá quien todavía se pregunte qué coño importa... Sí, ¿qué importa?
PD: Pedro, ¡felicidades, todo indica que habéis dado en la diana!